15 de octubre de 2011

La fe que abrigaba tu mirar .




El poder de su mirada era tal que  hacía estremecer a cualquiera a quien ella observase, desde su escondrijo se dedicaba a contemplar el mundo con la mirada perdida , esperando que algo o alguien llamase su atención para clavar sus pupilas y entonces convertirlo en lo más insignificante del mundo. Era capaz de avergonzar al más orgulloso, y atemorizar al más valiente, sólo con una simple mirada. Nadie pasaba desapercibido con esos ojos  que examinaban la realidad, nadie sentía indiferencia ante ellos. Unos los temían y bajaban la mirada, otros lo retaban y terminaban perdiendo la batalla. Porque esos ojos, sus ojos, escondían una llama sobrehumana. Nadie se atrevía a aguantar su lloro abrasador, su brillo aferrador, todos acaban apartando la mirada como si del sol se tratase, todos la evitaban. Su filo envenenado te punzaba y taladraba la piel. Si ella te miraba todo tu cuerpo se podía estremecer. Quizás fuese esa falsa seguridad, quizás sus actitud o puede que esa sonrisa pícara que la acompañaba. El caso es que nadie jamás sobrevivió a su mirada sin que se le quedase petrificada en el alma.

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